Antes de comenzar deseo compartirles la forma en que se representó esta obra, a todo el auditorio nos taparon los ojos y mis compañeros, con recrearon los sonidos y olores, nos hicieron entrar virtualmente por medio de nuestra imaginación al mundo maya que nos expone la obra. Este experimento resulto ser muy agradable para todos los que tuvimos el placer de presenciarlo.
Personajes:
Jefe 5-Lluvia, El Varón del Rabinal, El Varón de los Quichés, La Señora-Esposa
del Jefe 5-Lluvia, Madre de las Plumas, Ixok-Mun, El sirviente, 12
guerreros jaguar y águila, 4 sirvientes.
Escena I
[Están unos
guerreros bailando en círculo y aparece en escena Varón Quiché que se une a la
danza.]
V. Quiché:
¡Acércate, jefe
violentador, jefe deshonesto! , ¡Será el primero a quien no acabaré de cortar
la raíz. ¡El cielo, la tierra, estén contigo, destacado varón de Rabinal!
V. Rabinal:
¡Valeroso varón, te
entregaste al hijo de mi flecha, al hijo de mi escudo, como yo te enlazaré con
mi fuerte cuerda, mi fuerte lazo!
¡El cielo, la
tierra, estén contigo, hombre prisionero y cautivo!
[Un silencio]
V. Rabinal:
¡Eh Valiente, varón,
prisionero, cautivo!, ¿No serías un hijo de las nubes, un hijo de los
nublazones?, ¿No vendrías arrojado por las lanzas, por la guerra?, ¡El cielo,
la tierra estén contigo!
V.Quiché;
¡Ah cielo, ah
tierra!, ¡Vamos!, ¿Diría, revelaría mis montañas, mis valles?
¡El cielo, la
tierra estén contigo!
V.Rabinal:
Eras tú, sin duda,
el que imitaba el grito del coyote, el grito del zorro para atraer a los
blancos niños.
He aquí que pagarás
ahora ese trastorno. Por eso yo comunicaré esta noticia a la cara de mi gobernador,
de mi mandatario; ¡El cielo, la tierra estén contigo!
V. Quiché
Ciertamente,
procedí mal entonces, debido al deseo de mi corazón, y pagaré ahora bajo el
cielo, sobre la tierra.
¿No podríamos
proceder lúcidamente como hermano mayor,
como hermano menor? Te adornaría, te decoraría con mi oro, trabajaría aquí, te
serviría como tu niño, como tu hijo, como señal suprema de que tú no me dejar
marchar a mis montañas, a mis valles. ¡El cielo, la tierra estén contigo!
Escena II
[Ante el jefe
5-lluvia, que ocupa un asiento bajo, con respaldo, adornado con labores
antiguas. Junto a él, la señora, su
esposa, rodeada de sirvientes, guerreros, águilas y jaguares.]
El varón de
Rabinal
¡Te saludo, oh jefe! ¡Te saludo, oh señora! Doy
gracias al cielo, doy gracias a la tierra. Aquí tú proteges, abrigas.
Así como yo soy un valiente, un varón, aquí está un
valiente, un varón, que se nos enfrentó durante trece veces veinte días,
durante trece veces veinte noches, tras
los vastos muros.
El cielo nos lo ha entregado, la tierra nos lo
entregó enlazado. Lo he atado, lo he enlazado, con mi fuerte cuerda, con mi
fuerte lazo.
Después hice que se manifestaran sus labios; los
labios de ese valiente, de ese varón.
Era ese valiente, ese varón, el que imitaba el grito
del coyote, el que imitaba el grito del zorro, el que imitaba el grito de la
comadreja, más allá de los vastos muros, la vasta fortaleza, para atraer a los
blanco niños, a los blancos hijos.
Fue ese valiente, ese varón, el que aniquiló a nueve o diez blancos niños, blancos hijos.
Fue, también, ese valiente el que te secuestro en los baños.
Fue ese valiente, el que asoló dos o tres pueblos.
¿No pondrá, por consiguiente, el deseo de tú corazón
un final a ese valor, a ese denuedo? Ahora él viene a pagar, bajo el cielo,
sobre la tierra.
Aquí cortaremos su raíz, su tronco; aquí bajo el
cielo, sobre la tierra.
El jefe 5-Lluvia
¡Mi valiente, mi varón! Gracias al cielo, gracias a
la tierra has llegado a los vastos muros, ante mí, tu gobernador, yo el jefe
5-Lluvia.
Gracias al cielo, gracias a la tierra, el que te
hayan entregado ese valiente, ese varón; que lo hayan arrojado al hijo de tu
flecha, al hijo de tu escudo; que lo hayas sujetado.
Pero que no haga estruendo, que no escandalice
cuando llegue a la entrada de los vastos muros, porque debe amársele, debe
admirársele; porque aquí se hallan sus doce hermanos mayores, sus doce hermanos
menores.
Aquí hay doce águilas amarillas, doce jaguares
amarillos; sus bocas, sus fauces no están completas; quizá ese valiente ha
venido a completar a unos y a otros.
Hay aquí bancos de metales preciosos donde se puede
estar sentado; hay otros donde no se puede estar sentado; quizá ese valiente,
ese varón, ha venido a sentarse en aquellos. Hay aquí doce bebidas, doce
licores que embriagan, de los llamados Ixtatzunun; quizá ese valiente vino para
beberlas.
También está la madre de las plumas, la madre de los
verdes pajarillos, traída de Tzam-Gam-Carchag; quizá ese valiente vino para
estrenar sus labios, su cara; vino para bailar con ella.
Quizá ese valiente ha venido para convertirse en
yerno de clan, cuñado de clan.
Si es sumiso, si es modesto, si humilla su cara,
entonces puede entrar. Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, destacado entre
los varones!
El varón de
Rabinal
Jefe 5-Lluvia, dame tu aprobación. Dejaré aquí, por
consiguiente, mi flecha, mi escudo. Consérvalos, pues; guárdalos en su
cubierta, en su arsenal; que reposen allí: yo reposaré también.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, mi gobernador,
mi mandatario, jefe 5-Lluvia!
El jefe 5-Lluvia
Pero ¿cómo los conservaría, como los guardaría en su
cubierta, en su arsenal? ¿Cuáles armas tendría, entonces, contras los que
vinieran a descubrirse a la cabeza de las tierras, al pie de las tierras?
¿Qué armas, también, habrá para nuestros niños, para
nuestros hijos, cunado ellos vengan a buscar, a obtener su alimento, en las
cuatro esquinas, en los cuatro lados?
Aquí, por consiguiente, una vez, dos veces, deberás
tomar tu vigor, tu denuedo, tu flecha, tu escudo, que aquí te entrego, mi
valiente, mi varón, destacado entre los varones, varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!
El varón de
Rabinal
¡Está muy
bien! Aquí, por consiguiente, volveré a tomar mi vigor, mi denuedo, que me has
entregado; que has afirmado a mis labios, a mi cara
Esto dice mi voz ante el cielo, ante la tierra.
Por todo ello, te dejaré un instante en los vastos
muros, en la vasta fortaleza.
¡El cielo, la tierra, estén contigo, mi gobernador,
mi mandatario, jefe 5-Lluvia!
El jefe 5-Lluvia
¡Está muy bien, mi valiente, mi varón! Sé cauto: no
vayas a caer, a lastimarte, mi valiente, mi varón, destacado entre los varones,
varón de Rabinal.
¡El cielo, la tierra, estén contigo!
Escena III
[Se abre telón de palacio
y llega el Varón de los Quichés ante el Jefe-5-Lluvia]
V. Quiché;
¡Te saludo, varón!,
Soy el que acaba de llegar a la entrada de tus vastos muros y el varón del
Rabinal vino a lanzar su reto, su grito a mis labios, a mi cara.
¡Pues bien!, soy un
valiente, aquí está mi flecha con que yo doblegaré tu destino, el día de tu
nacimiento; golpearé la parte inferior, la superior de tus labios y vas a
resentirlo, ¡oh jefe!
[V.Quiché amenaza
con sus armas al Jefe-5-Lluvia]
Ixok-Mun
¡Oh valiente, Varón
de los Quichés, ¡No mates a mi gobernador en su vasta fortaleza, donde está
encerrado!
V. Quiché
Haz pues, que
preparen mi banco, mi asiento, porque así era en mis montañas, en mis valles.
¿Me quedaré en este lugar expuesto a la helada, al frío?
Jefe-5-Lluvia
Valiente, varón de
los Quichés, así pues di ¿por qué imitaste el grito del coyote, el grito del
zorro para atraer a mis blancos niños, para atraerlos a Iximché, para encontrar
la miel verde y amarilla? El alimento que era para mí.
Fuiste quien
secuestró a los diez blancos niños que estuvieron a punto de ser llevados a las
montañas Quichés y allá habrías cortado sus raíces y sus troncos.
Viniste, también, a secuestrarme allá en los
Baños. Me encerraste en la cal, en las montañas Quichés Si no hubiese existido
mi valiente varón, efectivamente allí habrías cortado mi raíz, mi tronco.
Más tu pagarás eso
aquí, aquí fallecerás.
¡El cielo y la
tierra estén contigo!
V. Quiché
¡Jefe-5-Lluvia,
efectivamente procedí mal, debido al deseo de mi corazón!
Si es preciso que
fallezca aquí, entonces, ya que estás bien provisto, concédeme tu alimento, tus
las doce bebidas embriagantes, y también los portentos de tu madre, de tu
señora.
¡El cielo y la
tierra estén contigo!
Jefe-5-Lluvia
Pues yo te las doy,
yo te las otorgo, servidores denle mi alimento, mis bebidas al varón de los
Quichés, como suprema señal de su muerte, de su fallecimiento.
Un sirviente
Está bien, mi
mandatario. Los daré a ese valiente, varón de los Quichés.
[Traen los
sirvientes una mesa cargada de manjares y bebidas]
V. Quiché
[Come y bebe
con desdén, a continuación baila ante la corte, después regresa y dice:]
¡Oh jefe-5-Lluvia!
si probarás el alimento, las bebidas, provistas en mis montañas, las que son
atrayentes, dulces, refrescantes.
¿Es ésa la mesa de
tus manjares? ¡Pero si ese es el cráneo de mi abuelo, la cabeza de mi padre! ¿No
se podría hacer lo mismo con mis huesos de la cabeza, con los huesos de mi
cráneo? Aquí también, el hueso de mi brazo, el
hueso de mi pierna, como la baqueta del tambor grande, que hará palpitar el
cielo, la tierra.
Has dicho y esto es
lo que dice también mi voz: “Te prestaré la obra pulida, brillante, labor de mi
madre, de mi señora, para que te adornes con ella en los vastos muros, en los
cuatro rincones.
Jefe-5-Lluvia
Servidores, que
traigan la obra pulida, esplendente, muy bien tramada, y la den a ese valiente,
como suprema señal de su muerte.
Un sirviente
Está bien, mi
mandatario. Daré a ese valiente varón lo que pide. Te la doy, pero no la
deshagas, ni la maltrates.
[Entrega el
sirviente al varón una especie de manto en la que se envuelve.]
V. Quichés
¡Oh flautas, oh
tambores, toquen, pues, como mi flauta, como mi tambor, para bailar la danza
del preso, del cautivo!, ¡El cielo y la tierra estén con ustedes!
[Danza el varón en
ronda, ante la corte, y en cada rincón lanza su grito de guerra (su último
suspiro)]
Aquí tienes lo que
me habías concedido, guárdalo en su caja, en la vasta fortaleza.
Pero si es verdad
estás bien provisto, concédeme a la Madre de las Plumas, cuyos labios están aún
para estrenar y así para estrenar su boca.
Jefe-5-Lluvia
¡Oh valiente varón
de los Cavek Quiché!, Yo te concedo a la Madre de las Plumas, cuya faz no ha
sido tocada.
Servidores, que
conduzcan aquí a la Madre de las Plumas, que den a ese valiente lo que
solicita.
Ixok-Mun
Está bien, mi mandatario.
[Conducen a la
Madre de las Plumas ante el varón de los Quichés]
Aquí está, valiente,
varón; más no la ofendas, no la lastimes, solamente muéstrala al bailar.
[El V. Quiché
saluda a la dama que se mantiene alejada de él mientras baila, vuelto siempre
el rostro hacia aquél. Él siempre ondulante con ella. De ese modo dan vuelta en
torno a la corte, al son de trompetas y se sitúan ante el Jefe-5-Lluvia]
V. Quichés
Ya fui a mostrarla,
fui a bailar con ella en los cuatro rincones; ahora consérvala en los vastos
muros.
Recuérdalo, debes
prestarme a las águilas amarillas, los jaguares amarillos, para ir con ellos a
practicar en los cuatro rincones, en la vasta fortaleza, únicamente, como
suprema señal de mi muerte.
Jefe-5-Lluvia
Pues bien, te presto las águilas, los
jaguares.
Vayan, pues, ¡oh,
mis águilas, mis jaguares! Procedan todos a practicar la esgrima con el hijo de
su flecha en los cuatro rincones.
V. Quiché
[Sale con las
águilas, con los jaguares, y ejecuta con ellos una danza de guerra, en torno de
la corte. Después regresa al estrado del Jefe-5-Lluvia]
He ido a
practicar con ellos la esgrima, con el
hijo de mi flecha.
¿Son esas pues tus
águilas, tus jaguares? Algunos ven, algunos no ven; no tienen dientes, no
tienen garras. ¡Si vinieras a ver, un instante, los de mis montañas! Aquéllos
ven vigorosamente, miran vigorosamente, luchan, combaten con dientes y garras.
Jefe 5-Lluvia,
concédeme tres veces veinte días, trece veces veinte noches, para que vaya a
decir adiós a la cara de mis montañas, adonde iba antes a los cuatro rincones,
a buscar lo necesario para alimentarme.
[Nadie responde al
varón, que al bailar desaparece en un instante. Después sin regresar al estrado
en donde el Jefe 5-Lluvia está sentado, se acerca a las águilas y los jaguares,
colocados en medio de la corte, en torno de algo como un altar.]
V. Quiché
¡Oh águilas! ¡Oh
jaguares! “Se ha marchado”, dijeron hace poco.
No me había
marchado, fui solamente a decir adiós a la cara de mis montañas, ahí busqué
comida, para alimentarme en los cuatro rincones.
Mi decisión, mi
denuedo, no me han servido.
¡Ah, oh cielo! ¡Ah,
oh tierra! ¿Debo, realmente, morir aquí, bajo el cielo?, ¡Cómo no puedo
cambiarme por esa ardilla, ese pájaro, que muere sobre la rama del árbol, sobre
el retoño del árbol donde consiguieron con qué alimentarse!
¡Oh águilas! ¡Oh
Jaguares! Ya que es necesario que muera, que fallezca, vengan, pues a cumplir
su misión, A cumplir su deber; que sus dientes, que sus garras me maten en un
momento, porque soy un varón llegado de mis montañas, de mis valles.
¡El cielo, la
tierra, estén con todos!, ¡oh águilas!, ¡oh jaguares!
[Las águilas y los
jaguares rodean al varón de los Quichés y lo tienden sobre la piedra de
sacrificios donde le abren el pecho, mientras todos los presentes bailan en
ronda]
Adaptada por Victor Giovanni Moren o, Silvia Tachiquin y Andrés Cornejo.